Edificios y ciudades que callan, hablan y cantan
Una visita a Junín, a la hora de la siesta. Una ciudad que parece dormida pero está muy despierta, en los ojos de un escritor cubano.
Por Marcial Gala
Estuvimos en Junín hace poco, invitados a una feria de editores, la FELI. Fue hermoso caminar por las vacías calles justo en el momento en que los habitantes dormían la siesta. Muchas de las casas tenían bancos en el frente, algunos recubiertos con lozas de diversos colores para que los vecinos compartan un mate, una charla mientras la tarde pasa. Una ciudad de ritmo lento, casi dormida, pero a medida que avanzábamos por sus calles nos llamó la atención la cantidad de bares, restaurantes, cafés con nombres curiosos y hasta extravagantes. También los carteles. Uno proclamaba muy seriamente “Prohibido escupir en la calle” que parecía provenir de otra época.
Caminamos, rodeando el antiguo taller ferroviario. Vimos locomotoras parecidas a animales ancestrales o a viejos robots de una película de animación japonesa que parecían mirarnos también a nosotros. Delante de una puerta muy abigarrada, con su correspondiente banco para tomadores de mate, había dos carteles, uno muy profesional, pulido, pertenecía a un doctor que se anunciaba con discreción. Y otro, de colores llamativos, había sido colocado por la esposa de ese dentista y prometía sanaciones de útero angelical, constelaciones familiares, péndulo hebreo, biodecodificaciones y muchas cosas más. Era un hermoso contraste entre la medicina científica y la tradicional, algo que caracteriza a esta época tan curiosa.
Luego seguimos caminando y ya en el centro de la ciudad vimos un edificio que parecía ejecutado por el mismísimo Le Corbusier, el gran arquitecto. Edificio que había sido diseñado en forma de cubos que se intercalan unos con otros, creando un ritmo de elegante armonía. La construcción contrastaba mucho con los humildes locales que lo rodeaban.
Hay edificios que callan, hay edificios que hablan y hay edificios que cantan, dijo una vez Frank Lloyd Wright, el arquitecto yanqui, y este mediano rascacielos del centro de Junín parecía a punto de entonarnos un tango, casi nos emocionamos mirándolo y me llevó a pensar en algo que caracteriza al argentino y es el afán de ir más allá, de no conformarnos pensando que lo realmente importante pasa en otro lugar, ya sea en Buenos Aires, París o Nueva York, sino en creer que también somos el centro del mundo. Y fue hermoso sentirlo en Junín, ciudad que a primera vista parece dormida pero que en realidad está muy despierta y donde la gente hace de la amabilidad un asunto de suprema importancia, ya sean los empleados del hotel donde nos alojamos, un digno camarero que nos sirvió el café más rico y barato que he tomado en mi vida con una sonrisa y tan buena disposición que daban ganas de duplicar la propina. O los lectores, editores y libreros que hicieron de esa pequeña feria un encuentro memorable. Ser amables y a la vez orgullosos de lo nuestro es una pasión argentina. Me vino a la mente ese cuento de Borges en que se nombra a Junín y pensé en él y en que sin dudas se asombraría de lo bella y grande que está la ciudad.
Marcial Gala
Marcial Gala, escritor, su último sueño consistió en que era un senador que apoyaba a Zelensky. En Cuba ha sido Premio Alejo Carpentier, Nacional de la Crítica y de Cienfuegos en cuento y en poesía. En Argentina premio, Ñ Ciudad de Buenos Aires y en Estados Unidos estuvo entre los finalistas del Pen Club América. Aquí publicó cinco novelas: “Sentada en su verde limón”, traducida al italiano, “Rocanrol”, “La catedral de los negros”, al inglés, francés, alemán y árabe, “Llámenme Casandra”, al inglés, francés, italiano, portugués y polaco y, la última, “La máquina de ser feliz”.
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