LO NUEVO

Breaking News

LITURGIA COTIDIANA 2 DE FEBRERO DE 2024: LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR


La Iglesia celebra la fiesta de la Presentación del Señor el 2 de febrero, también llamada Candelaria por la costumbre de usar velas encendidas. En la Iglesia primitiva se celebraba a menudo el 14 de febrero, 40 días después de la Epifanía, de acuerdo con la práctica de celebrar la Navidad en esa fecha en Oriente.


 LITURGIA COTIDIANA 2 DE FEBRERO DE 2024: LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR (F). Blanco.

Gloria. Prefacio propio. Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

1ª LECTURA Mal 3, 1-4

Lectura de la profecía de Malaquías.

Así habla el Señor Dios: Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el ángel de la Alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque Él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos. Él se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia. La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos pasados, como en los primeros años. Palabra de Dios.

Comentario: Según el mensaje del profe­ta, Dios tiene sus mensajeros y en el día del juicio la presencia de estos será una reali­dad. Cuando Dios venga al mundo hecho hombre en la persona de Jesús y lo juzgue, desde el acontecimiento de su muerte en Cruz, entonces reconoceremos lo que dijo e hizo el propio Juan Bautista. Porque lo importante no estaba en su persona, sino en su «mensaje», es decir, la certeza de que Dios vino al mundo no para condenar al mundo, sino para salvarlo.


SALMO Sal 23, 7-10

R. El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos.

¡Puertas, levanten sus dinteles, leván­tense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! R.

¿Y quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates. R.

¡Puertas, levanten sus dinteles, leván­tense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! R.

¿Y quién es ese Rey de la gloria? El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos. R.


2ª LECTURA Heb 2, 14-18

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: Ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, Jesús también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquél que tenía el dominio de la muerte, es decir, al de­monio, y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte. Porque Él no vino para socorrer a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. En con­secuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, Él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba. Palabra de Dios.

Comentario: La solidaridad de Jesús se confirmó principalmente al aceptar su muerte y constituirse en “mediador” entre Dios y la humanidad. Su condición como “Sumo Sacerdote” la recibe como Dios. Sin embargo, faltaba aquella dimensión y vínculo con la humanidad que lo lleva a experimentar la propia muerte para luego resucitar.


ALELUIA Lc 2, 32

Aleluia. Luz para iluminar a las na­ciones paganas y gloria de tu pueblo Israel. Aleluia.


EVANGELIO Lc 2, 22-40

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación de ellos, llevaron al niño a Jerusalén para pre­sentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel». [Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de Él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pen­samientos íntimos de muchos». Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jeru­salén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él. Palabra del Señor.

Comentario: «El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz». Una de las particularidades del pueblo creyente pasa por su capacidad de ver, de contemplar en medio de sus «oscuridades», la luz que Cristo viene a traer. Además, este pueblo de Dios es invitado en cada época histórica a contemplar esa gran luz, cristo Jesús. Luz que quiere iluminar a las naciones y llegar a cada rincón del mundo y en cada espacio de nuestra vida.

Hoy es la fiesta de la Presentación del Señor en el templo



Cada 2 de febrero la Iglesia universal celebra la fiesta de la Presentación del Señor Jesús en el Templo. Santa María y San José llevan a Jesús recién nacido al templo, lugar sagrado, casa de Dios. La presentación del hijo primogénito equivale a su “consagración”, es un acto de agradecimiento por el don recibido de manos del Creador, fuente de la vida.

En el templo se produce el encuentro de la Sagrada Familia -Jesús, María y José- con dos ancianos, fieles cumplidores de la ley de Dios: Simeón y Ana. Aquel sencillo acontecimiento encierra un profundo simbolismo cristiano: es el abrazo del Señor con su pueblo, quienes aguardan al Mesías. Por eso la liturgia canta: “Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel” (Aclamación antes del Evangelio, Lc 2, 32).

En este día, simultáneamente, se recuerda la purificación ritual de la Santísima Virgen María, después de haber dado a luz al Salvador.

La ley de Moisés

Según la antigua costumbre del pueblo de Israel, cuarenta días después de haber nacido un primogénito, este debía ser llevado al templo para su presentación. Así procedieron María y José con el Niño Jesús, en cumplimiento con lo ordenado por la Ley de Moisés.

Por esta razón, la Iglesia cuenta cuarenta días después del día de Navidad (25 de diciembre) para celebrar la ‘Presentación del Señor’ (2 de febrero). Dice la escritura:

«Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones» (Lc 2, 22-23).

Las profecías de Simeón y Ana

Al llegar al templo, los padres de Jesús con el niño en brazos se encontraron con Simeón, el anciano al que el Espíritu Santo prometió que no moriría sin antes ver al Salvador del mundo. Fue el mismo Espíritu quien puso en boca de este profeta que ese pequeño niño sería el Redentor y Salvador de la humanidad:

“Este niño está destinado a provocar la caída de muchos en Israel, y también el ascenso de muchos otros. Fue enviado como una señal de Dios, pero muchos se le opondrán. Como resultado, saldrán a la luz los pensamientos más profundos de muchos corazones, y una espada atravesará tu propia alma” (Cántico de Simeón: Lc 2, 22-40, conocido como Nunc dimitis por las palabras en latín con el que empieza: “Ahora dejas”).

“También aquel día se encontraba en el Templo la hija de Fanuel, de la Tribu de Aser, llamada Ana. Ella era una mujer de edad muy avanzada; había enviudado solo siete años después de haberse casado y permaneció así hasta los 84 años. Ana andaba día y noche en el Templo, adorando a Dios, ofreciendo ayunos y oraciones. Ella, al ver al niño, lo reconoció y empezó a proclamar a todos los que esperaban la redención de Jerusalén que la Salvación había llegado” (Lc 2, 36-40).


No hay comentarios