El legado progresista del papa Francisco que cambió la Iglesia católica
Inspiró gran parte de este cambio a través de dos atributos personales distintivos: una humildad refrescante y una compasión por todos que lo llevó a ser llamado el Papa de las Periferias —un líder que habló y actuó en nombre de grupos tradicionalmente marginados por la Iglesia—.
Aproximadamente seis meses después de ser elegido como jefe de la Iglesia católica, el papa Francisco hizo una sorprendente confesión.
Un sacerdote jesuita estaba entrevistando a Francisco cuando se salió de la lista de preguntas preaprobadas y le preguntó, refiriéndose a él por su nombre de nacimiento: “¿Quién es Jorge Mario Bergoglio?”. Francisco lo miró en silencio antes de responder.
“Soy un pecador”, dijo Francisco en la entrevista de 2013. “Esta es la definición más precisa. No es una figura retórica, o un género literario. Soy un pecador”.
Cuando Francis DeBernardo, director ejecutivo de New Ways Ministry, un grupo católico de Maryland que aboga por los derechos de las personas LGBTQ+, se enteró de la respuesta de Francisco, se llenó de alegría.
“Que el papa reconozca que es un pecador y que no sabe todo, siempre lo recordaré”, dijo DeBernardo. “Gran parte de la cultura católica está arraigada en esta idea de que el papa siempre es infalible. Decir que era un pecador significaba que reconocía su falibilidad. Fue una señal de humildad”.
El papa Francisco no ratificó el matrimonio entre personas del mismo sexo, no presionó por la ordenación de mujeres como sacerdotisas ni desató una revolución liberal en la Iglesia católica. El pontífice, quien falleció el lunes a los 88 años, decepcionó periódicamente a algunos de sus seguidores más progresistas en la Iglesia. Un crítico dijo que Francisco “era en el fondo un conservador” que tenía la costumbre de lanzar una idea progresista y luego enfurecer a la izquierda al retroceder tan pronto como esa idea enfrentaba una reacción por parte de la derecha.
Sin embargo, DeBernardo y otros dicen que Francisco sigue haciendo honor a su apodo de Gran Reformador. Dicen que deja atrás un legado progresista que transformó la Iglesia católica para sus 1.400 millones de seguidores. Ese legado se centra en un cambio transformador, dicen: Francisco cambió la forma en que los católicos hablaban entre sí y en qué temas se enfocaban.
Antes de Francisco, muchos líderes de la Iglesia católica se centraban en cuestiones de la llamada batalla cultural como el aborto y la anticoncepción. Francisco elevó el cambio climático a una cuestión moral, denunció al capitalismo desenfrenado y aumentó la transparencia financiera dentro del Vaticano. También presionó a los líderes de la Iglesia para que escucharan más a los feligreses en lugar de simplemente emitir edictos, y declaró: “Nosotros, los sacerdotes, no somos los jefes de los laicos”.
Inspiró gran parte de este cambio a través de dos atributos personales distintivos: una humildad refrescante y una compasión por todos que lo llevó a ser llamado el Papa de las Periferias —un líder que habló y actuó en nombre de grupos tradicionalmente marginados por la Iglesia—.
El papa Francisco, fotografiado aquí en la Plaza de San Pedro del Vaticano, optaba a menudo por un anillo de plata más pequeño y menos ornamentado que data de su época de cardenal. Andrew Medichini/AP
El enfoque de Francisco se hacía evidente en su comportamiento. Tal vez eso se debía a su lugar de origen. Fue el primer pontífice de América Latina. Aportó una calidez y accesibilidad pastoral a la papalidad que estaba ausente en sus dos predecesores: el papa Benedicto XVI y el papa Juan Pablo II, dice Natalia Imperatori-Lee, profesora de Estudios Religiosos en la Universidad de Manhattan de la ciudad de Nueva York.
Parte de esa humildad provino de su capacidad para admitir errores, dice ella. Una vez se disculpó por los comentarios que hizo defendiendo a un obispo acusado de encubrir abusos sexuales por parte de miembros del clero. También se disculpó con las supervivientes de escándalos de abuso sexual clerical.
“Fue honesto sobre sus errores, lo cual era una buena señal”, dice ella.
También amplió el atractivo de la Iglesia a través de su trato cercano. En lugar de los autos de lujo utilizados por sus predecesores, se movía en un sencillo Ford Focus. Se lo veía feliz de posar para selfies con admiradores. Y buscó construir puentes con otras religiones. “Todas las religiones son caminos hacia Dios”, dijo una vez.
“Durante mucho tiempo, los católicos solo eran conocidos por sus prohibiciones —no se puede ser gay, no se puede tener un aborto, no se puede tener un divorcio”— dice. “Francisco impulsó un tipo diferente de catolicismo en e ámbito público. Era alguien que apelaba tanto a no católicos como a católicos. Era simplemente una persona decente”.
Puede que haya sido el primer “papa digital”
Francisco condujo a la Iglesia hasta nuevas fronteras de otra manera: muchos lo vieron como el primer “papa digital”. Mientras que Jesús usó parábolas y el apóstol Pablo cartas, Francisco usó las redes sociales para difundir el Evangelio.
Fue el primer papa en utilizar Facebook Live y el primero en compartir una encíclica (una carta papal escrita a los obispos) a través de una cuenta de Twitter. Una vez dijo que Internet era un “regalo de Dios”. Tenía más de 53 millones de seguidores en nueve cuentas oficiales de Twitter —o X— en múltiples idiomas y otros 10 millones de seguidores en Instagram. Una vez lo describieron en un titular como una “estrella de rock de internet”.
En cierto modo, Francisco fue el papa perfecto para la era de las redes sociales. No temía desafiar a personas e instituciones poderosas con acciones y comentarios que a menudo se viralizaban y generaban memes.
El papa Francisco posa para una selfie de un niño durante una audiencia en el Vaticano el 7 de mayo de 2015. ALBERTO PIZZOLI/AFP/Getty Images
Denunció la demonización de los inmigrantes no blancos por parte del presidente de EE.UU., Donald Trump. Y, en un movimiento perfecto para captar la atención en un espacio mediático abarrotado, viajó a una isla del Mediterráneo donde se habían perdido las vidas de muchos inmigrantes. Al llegar, celebró una misa en un altar hecho de botes de refugiados.
También era conocido por soltar bombas progresistas. Al principio de su papado, dijo que los ateos pueden ir al cielo si llevan vidas honorables. Ese mismo año también dijo: “Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?”.
En una entrevista de 2024 con “60 Minutes”, de CBS, Francisco explicó su temperamento progresista. Cuando se le informó que algunos obispos conservadores en EE.UU. se habían quejado de que estaba cambiando la doctrina de la Iglesia en una dirección liberal, respondió diciendo que el término “conservador” puede definirse como alguien “que se aferra a algo y no quiere ver más allá de eso”.
“Es una actitud suicida”, agregó. “Porque una cosa es tener en cuenta la tradición, considerar situaciones del pasado, pero otra muy diferente es estar encerrado en una caja dogmática”.
Persiguió un estilo de comunicación “transformador”
La parte más radical del legado de Francisco quizá no haya sido lo que dijo, sino cómo cambió la forma en que la Iglesia se comunicaba.
El cambio más trascendental producido por Francisco probablemente ocurrió cuando abrió el diálogo sobre temas eclesiásticos y sociales a través de algo llamado el Sínodo sobre la Sinodalidad. A través del sínodo, Francisco convocó a sacerdotes, obispos, laicos y mujeres a participar en un debate continuo sobre algunos de los problemas más grandes que enfrenta la Iglesia, como la bendición de parejas del mismo sexo y el celibato sacerdotal. Algunos llamaron al sínodo “el mayor ejercicio de consulta en la historia de la humanidad”.
“En cada una de esas reuniones, él [Francisco] le dijo a los obispos: ‘Quiero escuchar sus opiniones incluso si no están de acuerdo conmigo’”, dice DeBernardo, de New Ways Ministry. “Eso era algo que no hubiera dicho Juan Pablo II o Benedicto. Durante esos dos papados, incluso los obispos tenían miedo de expresar sus pensamientos por temor a meterse en problemas”.
Algunos historiadores del Vaticano describieron ese sínodo como “transformador” y una “innovación trascendental”. Alteró la jerarquía tradicional de la Iglesia y obligó a los obispos a escuchar y a participar en un debate abierto.
“Él [Francisco] no pensaba que los desacuerdos hicieran que la Iglesia se viera débil”, dice Imperatori-Lee, de la Universidad de Manhattan.
Los obispos asisten a una misa dirigida por el papa Francisco para abrir el Sínodo de los Obispos en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el 2 de octubre de 2024. Guglielmo Mangiapane/Reuters
Para un extraño, las declaraciones progresistas de Francisco pueden no haber parecido radicales. Pero DeBernardo afirma que Francisco innova al guiar con delicadeza a la Iglesia católica hacia una mayor apertura y aceptación. La Iglesia estaba saliendo de un período conservador bajo los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, que le había dificultado conectar con el mundo moderno, afirma.
“Es un reformador que reconoció que la Iglesia necesitaba comenzar con pasos muy pequeños”, dice DeBernardo. “Tomó pequeños pasos, pero tuvo un impacto muy poderoso. Encontró la manera de salir del aprieto en el que los papas anteriores habían metido a la Iglesia”.
Aunque querían que Francisco hiciera más, DeBernardo y otros católicos progresistas dicen que reconocieron sus limitaciones.
“Parte de ser papa es ser un símbolo de unidad en la Iglesia”, dice DeBernardo. “No es ser un dictador y decirle a la gente qué hacer. Él fue un puente, así que su trabajo fue unir a progresistas y conservadores. No era posible que él fuera tan lejos como esperábamos. Reconoció que había mucha oposición. No quería dividir a la Iglesia”.
Un profeta solitario en el escenario mundial
La compasión de Francisco lo hizo popular entre muchos en la Iglesia, pero había una amarga ironía en su progresismo: lo convirtió en una figura más aislada en el escenario mundial, dicen algunos.
Francisco se convirtió en “una voz moral cada vez más solitaria” en un mundo que estaba siendo engullido por el nacionalismo, la desinformación y la xenofobia, escribió David Gibson, director del Centro de Religión y Cultura de la Universidad Fordham en Nueva York, en un ensayo escrito después de que el papa sufriera una infección pulmonar, en marzo.
“Un mundo sin un papa como Francisco se parecerá en algunos aspectos a una distopía hobbesiana sin un profeta que nos señale nuestros mejores ángeles o un idealista sensato que muestre un camino mejor”, escribió Gibson.
El papa Francisco saluda a la gente desde su papamóvil el 31 de enero de 2023, en Kinshasa, República Democrática del Congo. Vatican Pool/Getty Images
Para otros en la Iglesia, la presencia de Francisco en el escenario mundial tuvo un significado más esperanzador.
Kate McElwee, directora ejecutiva de la Conferencia de Ordenación de Mujeres, un movimiento que aboga por la igualdad de género en la Iglesia católica, dijo que Francisco envió un mensaje al viajar a lugares con poblaciones católicas relativamente pequeñas, como Mongolia, Indonesia y Singapur, donde los católicos se sienten marginados.
“Fue una voz refrescante en un mundo que parece cada vez más caótico”, le dijo a CNN. “Es el papa de la periferia, y lo demostró yendo a los rincones más lejanos del globo para acompañar a la gente”.
Las reformas de Francisco que se quedaron cortas
McElwee, sin embargo, afirma que Francisco se vio atrapado en su propio dogma en un tema vital: la ordenación de mujeres como diáconos y sacerdotisas en la Iglesia.
Ella lo elogió por abrir oficinas de alto nivel en el Vaticano a mujeres y por nombrar a la primera mujer gobernadora del Vaticano. Pero McElwee dice que quería más reformas. Otros también.
Los católicos progresistas han estado presionando para que las mujeres sean ordenadas como diáconas y sacerdotisas durante años. Dicen que las mujeres estuvieron entre los primeros discípulos de Jesús y algunas de las primeras líderes de la Iglesia. Los católicos tradicionales se resisten a tales peticiones, alegando la teoría petrina, una enseñanza de la Iglesia que insiste en que Jesús otorgó a un hombre, el apóstol Pedro, autoridad especial para convertirse en el primer papa en dirigir la Iglesia.
Francisco defraudó a católicos como McElwee, una y otra vez. Nunca abandonó las enseñanzas tradicionales de la Iglesia sobre las mujeres en puestos de liderazgo. Dijo que las mujeres no podían ser sacerdotisas ni diáconas. Cuando se le preguntó durante la entrevista de “60 Minutes” del año pasado si las mujeres podían ser diáconas, él respondió rotundamente que no, y citó la teoría petrina.
“Me rompió el corazón”, dijo McElwee. “Al hablar con otras mujeres, no querían creerlo al principio. Lo que escuché de otras mujeres es que él [Francisco] a veces era una figura desgarradora porque, en muchas otras formas, vivió el Evangelio y fue un soplo de aire fresco para la gente. Pero en lo que respecta a las mujeres, siempre se quedó corto”.
El papa Francisco responde a las preguntas de periodistas durante una conferencia de prensa a bordo de un vuelo papal desde Brasil, el 29 de julio de 2013. Luca Zennaro/AP
Francisco también rompió algunos corazones progresistas cuando supuestamente utilizó un término despectivo antigay mientras hablaba con obispos italianos en una conferencia. Posteriormente, el Vaticano se disculpó por el lenguaje de Francisco.
La disculpa fue suficiente para DeBernardo, quien dirige el ministerio católico que aboga por la inclusión LGBTQ+. Él dice que no estaba tan molesto porque Francisco no usó el término en una comunicación formal de la Iglesia. Dice que Francisco fue el primer papa en usar la palabra “gay” en lugar de “homosexual”, que DeBernardo dice que es un término más condescendiente y clínico.
“No estaba tan molesto como otros porque el papa Francisco, como todos nosotros, fue un producto de su educación. Sus acciones hablan más que [sus] palabras”, dice.
Lo que DeBernardo recuerda más es una reunión personal que tuvo con Francisco. Como una broma, DeBernardo dice que escribió una carta a Francisco en nombre de los miembros LGBTQ+ de la Iglesia y solicitó una audiencia con el pontífice en Roma. Varias semanas después, recibió una carta del papa que lo invitaba a visitarlo.
Cuando DeBernardo llegó, le impresionó la relativa austeridad con la que vivía el papa. Vivía en una modesta casa de huéspedes en la Ciudad del Vaticano en lugar de en los aposentos papales del Palacio Apostólico, la residencia oficial del papa en ejercicio.
Fue una reunión de trabajo para DeBernardo. Llevó consigo a miembros de la Iglesia que eran transgénero y les instó a compartir sus historias con Francisco. La reunión debía durar unos 10 minutos, pero Francisco le dio al grupo de DeBernardo 40 minutos más. A medida que los miembros del grupo le contaban a Francisco sobre la difícil situación de las personas LGBTQ+ en la Iglesia, incluidos algunos intentos de suicidio, Francisco se agarró de la cruz alrededor de su cuello y una expresión de angustia apareció en su rostro, dice DeBernardo.
En otros momentos, la conversación se desvió hacia asuntos más ligeros y la calidez y el humor del papa salieron a la luz, dice.
“Fue como tomar el té con tu abuelo”, dice DeBernardo.
En un momento, un miembro del séquito de DeBernardo le dijo a Francisco que él era el rostro de Dios para tantas personas que habían sido heridas por la Iglesia.
“No se anduvo con rodeos”, dice DeBernardo. “Simplemente señaló su cara y dijo: ‘Dios no es tan feo’”.
¿Por qué el legado progresista de Francisco podría perdurar?
El legado de un papa no solo depende de lo que hace. También depende de algo más: ¿Designó suficientes aliados como obispos y miembros del Colegio de Cardenales?. Los papas son elegidos por el Colegio de Cardenales, los líderes más altos de la Iglesia después del pontífice, y de esta manera un papa puede influir póstumamente en la doctrina de la Iglesia y en la selección de su sucesor.
“Aquí es donde Francisco va a brillar”, dice Imperatori-Lee, de la Universidad de Manhattan.
El papa Francisco se dirige a la multitud antes de dar su bendición urbi et orbi desde el balcón principal de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el domingo 16 de abril de 2017. L'Osservatore Romano/AP
“El criterio para quienes eligió para el Colegio Cardenalicio y nombró obispos era que fueran ante todo pastores”, dice, refiriéndose a los cardenales que se definen principalmente como servidores del pueblo. “No son burócratas de carrera ni aspirantes a la cima, sino más bien comprometidos con sus feligreses. Son humildes y no se toman a sí mismos demasiado en serio”.
Esa descripción también podría aplicarse a Francisco. A pesar de su brillante intelecto —los sacerdotes jesuitas son conocidos por ser los pesos pesados intelectuales de la Iglesia— muchos católicos pueden recordar más su cálida sonrisa y su manera afable.
Detrás de esa sonrisa, sin embargo, había un reformador decidido. En una entrevista de 2013, se le preguntó a Francisco sobre la necesidad más urgente que enfrenta la Iglesia contemporánea.
El papa Francisco en su Audiencia General semanal en el Aula Pablo VI el 9 de agosto de 2023 en la ciudad del Vaticano.
“Veo claramente que lo que la Iglesia necesita más hoy es la capacidad de sanar heridas y calentar los corazones de los fieles; necesita cercanía, proximidad”, dijo. “Veo la Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla. Es inútil preguntar a una persona gravemente herida si tiene colesterol alto y sobre el nivel de sus azúcares en sangre. Tienes que curar sus heridas. Luego, podemos hablar sobre todo lo demás”.
Francisco llevó esa calidez a millones de católicos en todo el mundo. Es una medida de su impacto que se le echará de menos no solo por los católicos, sino por muchas personas que ni siquiera creen en Dios.
En una época de autoritarismo brutal, el papa Francisco ofreció un tipo de liderazgo diferente. No era el papa que vivía en un palacio. Era el papa que parecía más conmovido por quienes vivían en las periferias.
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