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20 de mayo: la Iglesia recuerda a San Bernardino de Siena, predicador del Nombre de Jesús

San Bernardino de Siena fue un franciscano del siglo XV que llevó la fe por toda Italia. Su legado sigue vivo en la devoción al Nombre de Cristo.


Cada 20 de mayo, la Iglesia Católica conmemora a San Bernardino de Siena, uno de los grandes predicadores del siglo XV. Nacido en 1380, fue sacerdote franciscano y reformador espiritual, conocido por su intensa devoción al Santísimo Nombre de Jesús. Murió en 1444 y fue canonizado apenas seis años más tarde, en 1450.

Con su palabra encendida y su vida austera, Bernardino recorrió Italia a pie, llevando el Evangelio a miles de fieles. Su figura trascendió por su lucha contra la corrupción, su defensa de los más pobres y su impulso a la reforma de la vida religiosa.

Un hombre de fe que enfrentó crisis sociales con el Evangelio

Bernardino nació en Siena, en el seno de una familia noble. Quedó huérfano siendo niño y fue criado por sus tíos. Estudió Derecho Canónico en la universidad, pero dejó todo para ingresar a la Orden Franciscana. Fue ordenado sacerdote en 1404.

Se destacó como orador popular, y durante décadas predicó en plazas y ciudades, convocando multitudes. Denunció la usura, llamó a la conversión personal y promovió la paz en tiempos de tensiones políticas. A pesar de su salud frágil, nunca detuvo su misión.

Sus sermones incluían el símbolo “IHS”, que representa el Nombre de Jesús, al que promovía con devoción como centro de la vida cristiana. Esta imagen se volvió un emblema de su predicación y espiritualidad.

Milagros, canonización y un legado que perdura

A San Bernardino se le atribuyeron múltiples milagros en vida y después de su muerte. Curaciones, conversiones masivas y hechos extraordinarios fortalecieron su fama de santidad. Fue enterrado en la ciudad de L’Aquila, donde se le levantó un santuario.

En 1450, el papa Nicolás V lo proclamó santo. Actualmente es patrono de los comunicadores católicos, por su claridad y pasión al transmitir el mensaje evangélico. Su ejemplo inspira a quienes predican, enseñan o anuncian la fe.

Cada 20 de mayo, su figura recuerda la fuerza de una predicación vivida con coherencia, entrega y profundo amor a Cristo.


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