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Liturgia Cotidiana 3 de febrero




De la feria. Verde. San Blas, o. y mr. (ML). Rojo. San Óscar, o. (ML). Blanco.

Prefacio de los Pastores.

LECTURA Heb 11, 32-40

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: Me faltaría tiempo para ha¬blar de los Jueces y de los Profetas que Dios envió a su pueblo. Ellos, gracias a la fe, conquistaron reinos, administraron justicia, alcanzaron el cumplimiento de las promesas, cerraron las fauces de los leones, extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Su debilidad se convirtió en vigor: fueron fuertes en la lucha y rechazaron los ata¬ques de los extranjeros. Hubo mujeres que recobraron con vida a sus muertos. Unos se dejaron torturar, renunciando a ser liberados, para obtener una mejor resurrección. Otros sufrieron injurias y golpes, cadenas y cárceles. Fueron apedreados, destrozados, muertos por la espada. Anduvieron errantes, cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, desprovistos de todo, oprimidos y maltratados. Ya que el mundo no era digno de ellos, tuvieron que vagar por desiertos y montañas, refugiándose en cuevas y cavernas. Pero, aunque su fe los hizo merecedores de un testimonio tan valioso, ninguno de ellos entró en posesión de la promesa. Porque Dios nos tenía reservado algo mejor, y no quiso que ellos llegaran a la perfección sin nosotros. Palabra de Dios.

Comentario: El Predicador presenta a los Jueces y los Profetas como fieles testigos de la fe, a pesar de las dificultades que tu¬vieron. Junto con la participación de estos abarca, en un abrazo solidario, a todos los testigos de la fe que buscan, creen y esperan en Dios, aunque no llegaron a co¬nocer a Aquel en quien la fe tiene sentido y cumplimiento, Jesús de Nazaret. Incluso a todo fiel cristiano que lucha infatigablemente por anunciar el nombre Santo del Salvador hasta nuestros días.


SALMO Sal 30, 20-24

R. ¡Sean fuertes los que esperan en el Señor!

¡Qué grande es tu bondad, Señor! Tú la reservas para tus fieles, y la brindas a los que se refugian en ti, en la presencia de todos. R.

Tú los ocultas al amparo de tu rostro de las intrigas de los hombres; y los escondes en tu Tienda de campaña, lejos de las lenguas pendencieras. R.

¡Bendito sea el Señor! Él me mostró las maravillas de su amor en el momento del peligro. ¡Qué grande es tu bondad, Señor! R.

En mi turbación llegué a decir: «He sido arrojado de tu presencia». Pero Tú escuchaste la voz de mi súplica, cuando yo te invocaba. R.

Amen al Señor, todos sus fieles, porque Él protege a los que son leales y castiga con severidad a los soberbios. ¡Sean fuertes los que esperan en el Señor! R.


ALELUIA Lc 7, 16

Aleluia. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluia.


EVANGELIO Mc 5, 1-20

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. Él habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante Él, gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!». Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!». Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». Él respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos». Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara –unos dos mil animales– se precipitó al mar y se ahogó. Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio. En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con Él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti». El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados. Palabra del Señor.

Comentario: El relato señala que el demonio respondió con su nombre al ser preguntado por Jesús: ¿cómo te llamas? “Legión, porque somos muchos”. Este es un dato curioso, ya que en las Sagradas Escrituras es el único caso en el que varios demonios se apoderan del hombre. Es sabido que “una legión”, en el contexto romano, estaba compuesta por 6.000 hombres, lo que muestra su fuerza y poderío. Por tanto, la “legión de demonios” también era poderosa, pero no más que Jesucristo. El demonio había llevado a una situación de muerte al geraseno que vivía, pero estaba muerto y moraba entre los muertos. Muchos de los hombres y mujeres de este siglo tienen la misma condición, viven, pero por causa del pecado están muertos “viviendo” entre los muertos.

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