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Liturgia de la Palabra: 22 de septiembre

Lecturas del Lunes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Comienzo del libro de Esdras (1,1-6):

El año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor, para cumplir lo que había anunciado por boca de Jeremías, movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino: «Ciro, rey de Persia, decreta: «El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Los que entre vosotros pertenezcan a ese pueblo, que su Dios los acompañe, y suban a Jerusalén de Judá para reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que habita en Jerusalén. Y a todos los supervivientes, dondequiera que residan, la gente del lugar proporcionará plata, oro, hacienda y ganado, además de las ofrendas voluntarias para el templo del Dios de Jerusalén.»»

Entonces, todos los que se sintieron movidos por Dios, cabezas de familia de Judá y Benjamín, sacerdotes y levitas, se pusieron en marcha y subieron a reedificar el templo de Jerusalén. Sus vecinos les proporcionaron de todo: plata, oro, hacienda, ganado y otros muchos regalos de las ofrendas voluntarias.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6

R/. El Señor ha estado grande con nosotros

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

la lengua de cantares. R/.

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres. R/.

Que el Señor cambie nuestra suerte,

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares. R/.

Al ir, iba llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelve cantando,

trayendo sus gavillas. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio de hoy

"Todos aquellos a quienes Dios había despertado el espíritu, se pusieron en marcha hacía Jerusalén para reconstruir el templo del Señor"

El libro de Esdras nos plantea un escenario complicado dentro de la historia del pueblo de Israel, en la que el propio pueblo va leyendo en clave de liberación. Dios está con nosotros. Esa sería de alguna manera la propia experiencia vital. El pueblo está en el exilio en Babilonia. El Espíritu Santo va moviendo los hilos para que se lleve a término la historia de la salvación. Suscita en el interior de Ciro rey de Persia, que decrete el regreso de los deportados.

Todos aquellos que se sientan bajo la influencia del Espíritu interpelados que regresen, otros que colaboren en la reconstrucción del Templo y en la vivencia de la Torá. Elementos esenciales para la vida de un pueblo que continuamente está sometido a periodos de luz y de sombra.

La propia vida del cristiano que quiere responder a Dios, desde la realidad humana, desde la fragilidad y en medio de las dificultades que se plantean en la misma historia personal. Un conflicto que llevó a la deportación de algunos miembros del pueblo. La pérdida de algo sagrado como era el Templo de Jerusalén, la vida en el exilio, realidades concretas de las cuales se puede salir porque Dios sostiene tu vida. En ese escenario sientes la cercanía y la fuerza de Dios.

"Mirad, pues, cómo oís"

«Mirad, pues, cómo oís», de este modo se nos llama la atención en el pasaje del evangelio con la firme intención de que hagamos una reflexión personal acerca de una de las actitudes fundamentales que tiene que tener el discípulo: la escucha. Esa actitud, que va precedida de otra acción, el cultivo de una mirada profunda sobre mi realidad personal, acciones, gestos, palabras, que debo de emplear si quiero dar un testimonio fiel y creíble.

El evangelista Lucas nos presenta toda una reflexión teológica del seguimiento desde la clave de la «Luz». El verdadero discípulo debe entrar en la dinámica de la luz que llena de sentido la vida cristiana. De este modo, como dice el salmo, llegará a comprender que el Señor ha estado grande el tú vida.

Para rastrear un poco la clave luz nos trasladamos al Génesis, en el que se nos dice dos cosas importantes:

La manifestación al principio de todo con la ausencia de «Luz», es decir, la tiniebla: «mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas» (Gn 1,2). Un problema grave es que el discipulado no termine de llegar a centrarse en la luz que proporciona la vida en Cristo y su vida no llegue a la plenitud sino a lo mediocre, a lo malogrado. Por tanto, a la vida en lo gris.

«Dijo Dios: «Exista la luz». Y la luz existió» (Gn 1,3). A través de la Palabra viene todo a la existencia. La Palabra de Dios es en definitiva para el discípulo es «Luz» en medio del sendero. Que Jesucristo es la «Luz» que viene al mundo y a la realidad humana, manifestando la fuerza de la vida: «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4). Por tanto, descubrir con una mirada profunda de dónde nos viene la «Luz», y de este modo, seremos capaces de profundizar en la escucha del precepto, y ponerlo por obra.

Para de este modo, una vez reflexionado en quién es la «Luz» en tu vida, podrás tener actitud de discípulo: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). La escucha es un mandato fundamental, sin embargo, hoy no escuchamos, si acaso oímos una serie de ruidos, que no somos capaces de descodificar. No tenemos paciencia para el ejercicio de la escucha, damos respuesta inmediata y sin pensar. La escucha nos lleva a darle al otro un lugar importante en mi vida, dignificarlo como persona, acogerlo como alguien importante, acompañarlo y dejarlo también que sea capaz de abrirse a la luz de la vida que es Cristo como integración total de la persona. Hazte lámpara con copioso aceite de la compasión para los demás.

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